Rosa Elena Villegas Ozuna

Un legado de ciencia y vocación en la Universidad de Sonora

Aleyda Gutiérrez Guerrero

La Universidad de Sonora, faro de conocimiento y cultura en el noroeste de México, se ha nutrido de docentes que, con su esfuerzo y dedicación, han dejado huellas imborrables. Entre ellos destaca Rosa Elena Villegas Ozuna, una mujer cuya vida ha sido sinónimo de entrega y pasión por la ciencia y la docencia, y contribuyó por más de 29 años a nuestra alma mater.

Nacida en Hermosillo el 22 de octubre de 1960, Rosa Elena Villegas creció como la segunda de cuatro hermanos, en un hogar donde el amor y la complicidad familiar siempre estuvieron presentes. Desde pequeña, mostró una curiosidad natural por el mundo, una inquietud que más tarde encontraría su cauce en la química, disciplina que marcaría su vida para siempre.

“La química, para mí, lo es todo”, comenta con una sonrisa mientras recuerda sus años de estudiante en la Universidad de Sonora, donde en 1978 vivió una etapa de revueltas y cambios. “Ingresé en un año difícil, fue justo cuando implementaron los exámenes de admisión. Mi papá abogó por mí, para que presentara el examen, porque yo realmente quería estudiar Química, y gracias a él y a la intervención de un maestro muy querido, logré ingresar”.

Graduada en 1984 como Químico Biólogo en Alimentos, con mención honorífica, su vocación docente ya había empezado a florecer. “Yo siempre quise ser maestra”, confiesa, “aunque al principio pensaba en enseñar a niños pequeños. La vida, sin embargo, me llevó por otro camino, y terminé enseñando en la universidad, algo que ha sido una bendición para mí”.

Trayectoria en la Unison

Apenas egresada, Rosa Elena comenzó a trabajar como Técnico Académico en los laboratorios de la Universidad de Sonora, mientras se capacitaba en Química Orgánica en la UNAM. En 1986 fue nombrada profesora de tiempo completo y desde entonces impartió materias como Química General y Química Orgánica en distintos niveles.

Estos primeros años en su carrera docente fueron decisivos. Además de enseñar, también participó activamente en la organización académica del departamento, destacando no solo como profesora, sino como una guía para sus estudiantes y colegas.

Rosa Elena recuerda con cariño a algunos de sus primeros mentores en la Universidad. “El maestro Alcántar, la maestra Rosy Lerma, ellos fueron pilares fundamentales en mi desarrollo. Vieron algo en mí que yo no había descubierto, me apoyaron y me alentaron a seguir adelante, a amar la docencia”.

La docencia no fue su único campo de acción. En 1999, Rosa Elena obtuvo una Maestría en Nutrición y Alimentos por el CIAD, enfocándose en la investigación sobre productos marinos, específicamente en la calidad de la sardina enlatada en salsa de tomate. Este estudio fue publicado en revistas científicas internacionales, reflejando su constante búsqueda de conocimiento y de soluciones a los problemas alimentarios de la región.

Muestra Estudiantil: Honor a quien honor merece

A lo largo de sus años en la universidad, Rosa Elena participó en numerosos proyectos y eventos académicos, pero uno de los que más la enorgullece es la Muestra Estudiantil del Departamento de Ciencias Químico-Biológicas.

Este evento, que en su edición número 41 lleva su nombre en homenaje, ha crecido enormemente desde que comenzó como un pequeño experimento en los laboratorios. “Al principio, éramos solo unos cuantos, apenas unos experimentos en el laboratorio, pero con el tiempo la muestra fue tomando forma y se convirtió en lo que es hoy: una plataforma para que los estudiantes muestren su talento, su creatividad y su capacidad investigativa”.

Este reconocimiento no solo celebra su contribución a la Muestra, sino también a la vida académica del departamento. Para Rosa Elena, recibir este homenaje ha sido motivo de orgullo tanto personal como familiar.

“Cuando me dijeron que la muestra llevaría mi nombre, fue muy emocionante. Llamé a mis hijos, y todos lloramos de felicidad. Es un reconocimiento que nunca hubiera esperado, pero que agradezco profundamente”.

Consejos para las nuevas generaciones

Con más de 11 años de jubilada, Rosa Elena sigue en contacto con sus exalumnos y colegas. Su pasión por la química y la enseñanza continúa viva, y aunque ya no está en las aulas, sigue ofreciendo consejos y palabras de aliento a las nuevas generaciones de estudiantes. “A los muchachos siempre les digo que no se desesperen, que sigan adelante. Hoy en día, la licenciatura ya no es suficiente; el país y el mundo exigen más, y la ciencia necesita de mentes curiosas y perseverantes. La experimentación, la investigación, es algo maravilloso, y la Universidad de Sonora tiene mucho que ofrecerles”.

Sus hijos, quienes crecieron en los pasillos de la universidad, son su mayor orgullo. “Ellos son mi motor. Los logros que he tenido, los dedico a ellos y a mis padres. He pasado por momentos difíciles, especialmente por temas de salud, pero siempre he seguido adelante por ellos. Mi hija mayor ya está por obtener su doctorado, y mi hijo menor está en el mismo camino. Eso me llena de satisfacción y me motiva a seguir luchando cada día”.

Refugios de paz

A pesar de los desafíos de la vida, Rosa Elena siempre ha encontrado refugio en sus hobbies y en su familia. La pintura y las manualidades son para ella una forma de expresión, una manera de desconectar y encontrar paz. “Me encanta pintar cerámica, bordar, siempre estoy haciendo algo. Incluso ahora que tengo más tiempo libre, sigo activa. También apoyo a una casa hogar de abuelitas; llevo más de siete años ayudándolas, y eso me llena el alma”.

El amor y la unión familiar son valores fundamentales para ella, y algo que ha tratado de inculcar en sus hijos. “La humildad, la sencillez y el apoyo entre hermanos son clave. Yo provengo de una familia muy unida, y eso ha sido la base de todo. Mi mamá, que ya está mayor, fue un gran ejemplo para mí, luchó por sacarnos adelante a mis hermanos y a mí, y ahora que veo a mis hijos formándose, siento que he logrado transmitirles esos mismos valores”.

El final de un capítulo, pero no del camino

El 1 de abril de 2013, Rosa Elena decidió jubilarse después de 29 años de servicio debido a problemas de salud. Sin embargo, su corazón siempre estará ligado a la Universidad de Sonora, institución que no solo le dio una carrera, sino también una familia, amigos y memorias imborrables. “Extraño las aulas, la convivencia con los alumnos, pero entiendo que todo tiene su momento. Mi tiempo en la universidad fue maravilloso, y ahora veo con orgullo a los jóvenes que siguen adelante, contribuyendo al crecimiento de nuestra institución”.

Con humildad, gratitud y una profunda conexión con la comunidad universitaria, Rosa Elena Villegas Ozuna se despidió de las aulas, pero su legado permanece en cada alumno que tuvo la fortuna de aprender de ella. Para la maestra, el conocimiento no es un fin, sino un medio para construir un mundo mejor, y su historia, tanto personal como profesional, es un reflejo de ese ideal.

“Gracias a la vida por todo lo que me ha dado”, concluye Rosa Elena, con la sencillez y el cariño que la caracterizan. Y a la Universidad de Sonora, a la que tanto le ha dado, solo le queda agradecer por haber sido el escenario de una vida tan llena de logros y entrega.